Desde los inicios de su campaña electoral, Donald Trump utilizó el recurso de cambiar las políticas comerciales de EE.UU. como su mayor promesa, criticando en varias oportunidades las políticas de los ex presidentes Bill Clinton y Barack Obama, que solo aumentaron el déficit comercial de estados unidos llevándolo a niveles insostenibles.
En noviembre de 2015, Trump afirmaba, para una entrevista en el programa Good Morning America que “China es un enemigo económico y se aprovechó de nosotros como nadie en la historia. Es el mayor ladrón del mundo. Se llevó nuestros empleos”.
Pese a que nadie creyó que resultaría electo, tras 16 meses de su llegada a la Casa Blanca, lo que está ocurriendo solo responde a un objetivo que desde hace años había sido planteado, y aunque se haya tardado en tomar medidas, la obsesión del presidente Trump por disminuir el déficit en el intercambio comercial con China (aunque ya no los tilde de enemigos) sin duda podría generar una guerra comercial entre los gigantes económicos.
Durante su primer día en el poder, retiró a los Estados Unidos del acuerdo TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, por sus siglas en inglés) logrando mantener a su país fuera de una posible crisis comercial, sin embargo, el resto del año adopto una postura neutral ante estos temas, hasta el pasado 22 de enero, cuando impuso un aumento del 30% en aranceles a la entrada de paneles solares, cuyo principal productor viene siendo justamente China.
La siguiente maniobra tuvo lugar el primero de marzo de este año, donde Trump anunció que las importaciones de acero y aluminio tendrían aranceles del 25% y 10%, respectivamente, siendo este el mayor golpe que ha dado durante su mandato, tratándose de uno de los principales rubros de exportación de China.
A mediados de ese mismo mes, el presidente Trump aprobó un memorando que afectaría la importación de bienes chinos con aranceles por hasta 60.000 millones de dólares, esto puesto a un periodo de consulta de 30 días, una vez publicada la lista que podría incluir unos 1300 tipos de bienes, desde artículos de moda hasta electrónicos de última tecnología.
Ante esta medida, China respondió con un oficio que anunciaba la imposición de aranceles por hasta 3.000 millones de dólares sobre productos de importación estadounidenses, incluyendo fruta seca, tubos de acero, bebidas espumantes, productos derivados del cerdo y aluminio reciclado. Además amenazó contar con una lista de más de 120 productos estadounidenses que podrían verse afectados por próximas medidas si ambas partes no alcanzan un acuerdo a nivel comercial.
Las medidas tomadas por Estados Unidos responden a los resultados de una investigación encabezada por el gobierno de Trump desde agosto de 2017, en la cual se determinó que China emplea prácticas desleales en materia de propiedad intelectual que afectan directamente a las empresas estadounidenses, viéndose éstas forzadas a compartir su tecnología a compañías locales como requisito para entrar en el mercado de este país.
“Si este es el comienzo de una guerra comercial, el bombardeo de apertura se lanzó con una cerbatana” y sería “un error exagerar la importancia” de los nuevos impuestos, tomando en cuenta que ya existen más de 150 medidas comerciales que están vigentes contra diversos productos chinos., sostuvo Scott Kennedy, director de Project on Chinese Business and Political Economy del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales.
Aunque en sus declaraciones, representantes del gobierno chino indiquen que “China no tiene en absoluto miedo a una guerra comercial” sus acciones parecen indicar que no es lo que andan buscando. Ciertamente ambas economías perderían muchísimo dinero en una guerra comercial, pero expertos indican que china perdería más, sencillamente porque las exportaciones chinas a EE.UU. son cuatro veces mayores que las que realiza EE.UU a China.
Estados Unidos tampoco pareciera querer avanzar a una guerra comercial, lo único que parece estar buscando es reducir el déficit comercial y presionar a China para que tome acciones ante las prácticas desleales de negocio que han venido aplicando. Las medidas tomadas hasta ahora suponen una forma de negociación agresiva y bastante arriesgada por parte del presidente Trump buscando que China ceda.
China necesita del superávit de Estados Unidos para poder mantener en pie su modelo de desarrollo, que tras las deudas adquiridas durante el primer trimestre del 2018, los controles de capital y la depreciación de su moneda simplemente no podría darse el lujo de perder las exportaciones a su principal cliente sin que esto disparase sus problemas de sobrecapacidad.
Estados Unidos tampoco podría presionar demasiado con sus acciones comerciales a China si desea mantener el apoyo del gobierno de Xi Jinping para enfrentar las problemáticas de seguridad global, como Corea del Norte.
Nadie quiere una guerra comercial a estas alturas
Una guerra comercial no le conviene a nadie en estos momentos, cuando el comercio mundial ha venido en ascenso estos últimos años. La buena noticia es que aún hay tiempo para rectificar, hasta ahora no se ha aplicado ninguna de las rondas arancelarias anunciadas por Trump y el Gobierno de China declaró que esperará la decisión de Washington antes de aplicar sus medidas de contraataque.
Lo ideal para resolver esta situación sería que el gobierno de Xi Jinping ofrezca algunas medidas en política comercial que alivien las preocupaciones de Estados Unidos. ¿Por qué? China no puede seguir ignorando a estas alturas la necesidad de esclarecer sus políticas en cuanto a la propiedad y los derechos intelectuales que exige a las empresas occidentales que desean entrar en su mercado. Además de eliminar los subsidios estatales que benefician a muchas compañías de talla global en China.
Si China anunciara acciones contrarrestando estas políticas y abriendo un camino para una relación comercial más justa entre los países, donde se respete la propiedad intelectual de las empresas extranjeras, le daría a Trump la victoria política que anda buscando y lo obligaría a considerar un posible retroceso ante las medidas de aumento en aranceles a productos chinos.
Cómo afectan las medidas de Trump a las PYME y los consumidores
Si por el contrario, la apuesta del presidente Trump no conduce a una negociación pacífica y se desata la temida guerra comercial, tanto China, como Estados Unidos y los países que se crucen por el medio, salen perdiendo.
Empezando porque el encarecimiento de recursos tan importantes como el acero y el aluminio generarían un aumento significativo en el desarrollo de nuevos productos tecnológicos, la exploración petrolera, la industria automotriz y el progreso en creación de nuevas fuentes renovables, resultando en una caída de la demanda de productos, mayores costos y la destrucción de miles de puestos de trabajo.
Las medidas serían perjudiciales para algunas empresas y prácticamente para todos los consumidores. El posible aumento de precios en los insumos generaría una presión inflacionaria en los costos finales que lastimosamente recaerían sobre el bolsillo del consumidor.
China ocupa un lugar indispensable en la cadena de suministros global, produciendo por partes o en su totalidad prácticamente cualquier producto generado por el ser humano. Sus productos, mano de obra y capital forman parte importante de cualquier economía.
Sin embargo, el embajador de China en Perú, Jia Guide sostiene que una eventual guerra comercial entre Estados Unidos y China pudiera abrir el camino a América Latina declarando que “Si China no importa mercancías desde Estados unidos va a importar desde otros países”.
En Sinergia Trading creemos en el libre comercio entre países y esperamos que esta disputa entre gigantes no ponga en peligro las operaciones de comercio exterior, perjudicando sin duda alguna a las pequeñas y medianas empresas que usan a China como proveedor principal de las importaciones a su país de origen.