No empiece a leer. Antes busque la procedencia de cualquier cosa que tenga a su alcance. Quizá la batería de su móvil, los cascos con los que escucha música, el vaso en el que bebe, el bote donde guarda los bolígrafos… Vivimos rodeados de productos made in China. Al otro lado del planeta, en Yiwu, este fenómeno ha cambiado el paisaje y la vida de muchas personas, tanto chinas como forasteras. La ciudad en la que ahora nos adentramos es la gran despensa mundial de los bazares, el mayor mercado mayorista del mundo.
Yiwu, situada a trescientos kilómetros al sur de Shanghái, es el nombre de una ciudad china impresionante. Para un turista al uso se muestra gris, mastodóntica, ruidosa y fea, pero desde un punto de vista humano es apasionante detenerse a observar de dónde viene y adónde va. Hecha a sí misma a base de ilusiones y dinero, Yiwu crece cada día por la imparable llegada de campesinos, emigrantes y los innumerables hombres de negocios que están de paso. Los dos millones de almas que viven en la ciudad buscan aquí y en el made in China una gran oportunidad para ganarse la vida en estos tiempos difíciles.
Un dato nos da idea del delirio comercial en que vive sumergida esta urbe: se calcula que el 80% de los adornos navideños que se han colgado en Occidente durante las navidades provenían de Yiwu. Pero estos ornamentos son solo una de las 320.000 categorías de productos que se venden aquí y entre las que también se encuentran medias, bisutería, zapatos, accesorios para el pelo, electrónica, relojería y hasta los típicos budas que decoran los restaurantes chinos en Europa. Aunque la mayoría de los productos proceden de otras provincias, como Guangzhou —muy cerca de Hong Kong— o Jiangsu —en el este del país y un poco más al norte de Yiwu—, la ciudad tiene numerosas fábricas, entre ellas las de los cinco mayores productores del mundo de calcetines y medias y la del mayor fabricante de cremalleras, que suministran a cadenas como la estadounidense Walmart.
La metamorfosis de una ciudad. La historia de este sorprendente rincón del mundo tiene sus inicios en el año 222 antes de Cristo, con su fundación. Por entonces era una pequeñísima aldea rodeada de montañas y no será hasta la década de los noventa del pasado siglo, con la apertura del mercado chino al mundo, cuando la localidad comienza a transformarse en lo que es hoy. Todo empezó con la inauguración de un gran mercado al aire libre, el primero de una nueva ciudad diseñada ad hoc para ser el motor de la industria textil del gigante asiático. En 1998, pasó de ser un pueblo a considerarse una ciudad. Hoy, veintisiete años después, es la capital mundial de la fabricación de productos de consumo, como demuestran sus calles, en las que hay un tráfico continuo de camiones contenedores y camionetas de reparto. Y en el paisaje urbano, se intercalan rascacielos de apartamentos, donde viven los empresarios, con grandes fábricas y, junto a ellas, hileras de casas bajas en las que habitan los trabajadores con sus familias.
En la actualidad, de las fronteras de Yiwu salen cada día 4.000 contenedores con todo tipo de mercancías hacia 212 países, entre ellos España, según la información que dan las autoridades de la ciudad. Su eslogan, que se repite por todas partes en grandes cartelones, da una idea clara de la esencia de esta localidad: “Un mar de productos, un paraíso para los compradores”.